Τρίτη 20 Μαρτίου 2018

Love will tear us apart






1. La dialéctica del Amo y del Siervo.


El filósofo franco-ruso Kojève escribía que el ser humano en sus interaccciones es siempre Amo o Siervo. Interpretando al Hegel, comenta que cuando dos personas se encuentran, en cualquier relación social (profesional, laboral, amistosa, familiar, erótica), se desarrolla una lucha entre ellos por el “puro prestigio”. A saber, una lucha por obtener el reconocimiento del otro. Evidentemente esta lucha puede aparecer como transacción económica, conversación , o contacto amoroso. Al fondo siempre los humanos lo que buscan es ser plenamente reconocidos por los otros -este es el deseo fundamental que atraviesa nuestras vidas según la lectura de Hegel que hace Kojève.

Efectivamente, se puede criticar la idea de que la dimensión más básica de las relaciones humanas es la lucha por el reconocimiento. Las relaciones entre personas y seres se caracterizan también por la constante asociación y colaboración, y también la solidaridad. Pero la relación igualitaria del mutuo reconocimiento, emerge sólo a medida que se ha superado una fase mas primaria, que es la de la confrontación - del yo y del otro-, que es necesaria para que cada “yo” tome conciencia de sí mismo.

Sin los otros, sin la comparación, identificación o competición con ellos , es imposible tomar conciencia de los propios limites. Así que cuando dos personas se encuentran, hay siempre un primero acto de toma de posiciones , un intento de definir “quién es cada uno en relación con el otro”. Y eso porqué, -siguiendo autores como Hegel, Sartre, Althusser o Lacan– es mediante la mirada de la otra persona que el sujeto se auto-reconoce y toma conciencia de ser algo. Sartre dice : “La mirada ajena modela mi cuerpo en su desnudez, lo hace nacer, lo esculpe, lo produce como es, lo ve como nunca lo veré yo. El prójimo guarda un secreto: el secreto de lo que soy” Tomamos conciencia de lo que somos gracias a la voz del otro y la mirara del otro que nos interpela. Nos miramos cuando los otros nos miran. Por tanto , en cada encuentro hay algo de sorpresa, de susto, de precaución y de miedo, lo que Sartre llama una hemorragia interna. 

La “lucha por el prestigio” hegeliana  es resultado de esta hemorragia. Se basa en la pregunta “¿quién reconoce más al otro?” ¿Quién se encuentra en la posición de ofrecer más reconocimiento que lo que obtiene? Parece ,en otras palabras, que la gente, según la perspectiva Kójeve-Hegel, está atrapada en esta peculiar economía del reconocimiento .

En la metáfora hegeliana -llamémosla así – la persona que tiene más miedo, la que se siente menos segura en la relación entre dos seres acaba dando más que lo que recibe. El siervo se convierte en siervo porque en su confrontación con el otro tiene miedo a “no sobrevivir”. Hegel dice: miedo a la muerte durante la confrontación. El Amo por su parte se convierte en Amo porque su miedo es menor. Por eso el siervo se somete al Amo y trabaja por él. El Amo es Amo precisamente porque no tiene la necesidad de decir “sí” al otro a causa del miedo, no reconoce al otro en la misma medida que el otro le reconoce. El Amo gana poder y comodidad gracias al reconocimiento (material o “inmaterial”) que le ofrece el siervo. El siervo pierde su libertad para ganar su supervivencia – supervivencia física, social o psíquica…  Cada "Siervo" dice a su "Amo": “no puedo sin ti”.





2. El Amor visto desde esta dialéctica.

Hoy en día se habla mucho de la necesidad de des-idealizar el Amor, de promover un amor sin sufrimiento y dependencia, una amor sano y simétrico, diríamos un amor democrático. Es un este punto que la lectura del Kojève y de Hegel puede ser extremamente útil. Porque nos muestra que tal asimetría es, hasta cierto punto, inevitable. La asimetría es constitutiva del amor -aunque el amor no es sólo asimetría. El sentimiento de dependencia, y el reconocimiento desigual, no son accidentales. Son rasgos estructurales de una relación amorosa. Desde luego, no todas las formas de dependencia son iguales. Una cosa es pasar una temporada de duelo a causa de una separación y otra cosa muy diferente es, por ejemplo, suicidarse... Sin embargo la dependencia de alguna manera, o en algun grado, siempre existe. Es el sentimiento que conecta mi -ideal de- felicidad con tu presencia...

En este sentido , según el esquema de Kojève y Hegel el amor reproduce la dialéctica entre Amo y Siervo. Cuando dos personas se encuentran y la atracción mutua se manifiesta siempre se abre un interrogante: ¿Quién de los dos teme más perder al otro? Dicho de otro modo, la cuestión central del encuentro es para quién esta relación es imprescindible o más necesaria. Es decir, quién se siente más atrapado en la necesidad de estar con el otro. ¿Quién se vuelve loco o más ansioso ante la posibilidad de una ruptura? La persona que más teme, funciona, digamos, más como amante que como amada. Es “el Siervo” del relato hegeliano. La que menos teme y es más amada que amante es “el Amo” de este relato.

La persona que menos teme perder, menos se sentirá obligada por sus emociones a buscar al otro, a dedicar sus pensamientos, sus palabras y sus gestos a él. Es mas libre para vivir la vida fuera de este vinculo particular. La persona que está mas apegada, no tiene esta libertad. Necesita al otro como agua, y se siente obligada al buscarle como agua. Por cierto , nada impide que los dos miembros de la pareja se puedan desear y querer mucho, pero Hegel y Kojève no cuestionan eso: lo que plantean es que toda relación, incluida la relación amorosa, no puede sino ser una relación asimétrica a partir del miedo desigual que cada uno tiene por perder la aceptación, el reconocimiento , el interés del otro .

Hegel continua la descripción de la peculiar paradoja: el reconocimiento que gana el Amo por parte del siervo, no le ofrece satisfacción ya que es sólo el reconocimiento de un siervo. En cuestión de las relaciones amorosas eso quiere decir que una oferta intensa e apasionada de amor, provoca el desamor del otro. La aceptación, por ser tan plena, no motiva a la persona amada a buscar a su amante, porque el amante ya está siempre a su disposición. El amor se alimenta por la falta, por la ausencia de la plenitud, así que cuando alguien da todo lo que podría dar, la atención por parte la persona que recibe se desvanece.  El esfuerzo del Amante no nutre el interés del Amado sino su indiferencia. Y así surge un circulo vicioso: esta indiferencia aumenta la angustia del Amante que teme la ruptura...A causa de esta angustia aumenta sus esfuerzos que , a su vez, aumentan la distancia del Amado.

 La persona amada intuye quizás lo que Baltasar Gracián escribía sobre la admiración: la admiración a alguien revela las imperfecciones de la persona que admira, no las virtudes de la persona que es admirada. Así que cada ser amado que disfruta la admiración de su amante, se siente un poco cansado, o pronto así se sentirá, por tanta idealización, por tanto afecto. Los psicólogos de la “teoría del apego” (attachment theory) hacen una pregunta muy sincera en las entrevistas de evaluación psicológica: “¿Considerá Ud. que le sería fácil encontrar otra pareja si dejara su relación actual?” El apego total, se interpreta cómo signo de dificultad para crear vínculos alternativos. Triste noticia para los muy enamorados: el que renuncia su libertad para entregarse al otro, pierde su atractivo...

Deseamos al otro buscando ser deseados/as por él. No queremos sino ser queridos/as, y en consecuencia cuando nos sentimos plenamente queridos/as, ya estamos menos motivados/as para seguir queriendo. Ya que cada oferta de amor, es al mismo tiempo una demanda, el circuito del enamoramiento puede funcionar sólo a medida que no se satura, y no se satura cuando la oferta de amor no es abundante. Cuando esta oferta por una de las partes es plena, el amado recibe de antemano todo lo que podría desear, y eso le hace dudar. Quizás piense que lo que recibe no le ofrece la felicidad y tendría que buscar esta felicidad en otro lugar, en otros abrazos. El apego total por parte del amante conduce a la insatisfacción de la persona amada . Cualquier organismo humano que está en un territorio determinado y ve que este territorio ya no da para mas, necesita moverse. El Amado se va porque aquí ya tiene todo lo que hay. Por lo menos así cree...

Slavoj Zizek comenta, no me acuerdo dónde, el amor ilegal” de aquella persona casada, que espera el momento de su divorcio para vivir su amor con su amante. Su aventura está llena de pasión , y no deja de pensar en un futuro de felicidad. Sin embargo, cuando ya se separa y puede libremente disfrutar su nueva relación, descubre que ya no está motivada. Cuando ya lo tiene todo, se siente que este “todo” no vale tanto la pena. La atracción ha desaparecido, porque ya ha desaparecido la promesa, y la felicidad se debe encarnar en un crudo y real “aquí y ahora”...


3. El Amor Sin Amos y Siervos.


La competición por el reconocimiento caracteriza el amor, sin embargo, la relación dura cuando esta competición se vuelve mas limitada y menos rígida. El vinculo dura -sin que sea un vinculo de dominación pura- cuando la “servidumbre” del amante no está de todo dada, cuando el Amado no puede estar totalmente seguro de la entrega total del otro -cosa que le conduce a ser, él mismo, Amante. Dicho de otra manera el vinculo se mantiene a medida que cada uno es amante y amado al mismo tiempo. Y se podría decir que a medida que la ruptura puede aparecer por ambas partes, mayor estabilidad tiene el vinculo. La medida de la viabilidad de la relación amorosa es su bidireccionalidad, el nivel de mutuo reconocimiento.

¿Qué nos puede aproximar al mutuo reconocimiento? ¿Qué es lo que al final hace que el amor dure, ya que, al fin y al cabo, la “competición por el reconocimiento” hegeliana constituye y al mismo tiempo socava el amor? Efectivamente, en cada relación amorosa, los cuerpos tienen un papel determinante. El encuentro sexual, “sella” la relación amorosa, funciona como una prueba de que tal relación existe. Cuando esta prueba se entrelaza con las pruebas que ofrece el lenguaje, la afirmación se vuelve aun mas significativa. Pero, para decir la verdad, ni el sexo -que no es una prueba de amor- ni las palabras -que se las lleva el aire- son pruebas de una potencia que pueda vencer el tiempo. ¿Se puede pensar una fuerza que permita que el amor se sostenga, sobreviva y dure?


El amor, -dice A. Badiou- es fiarse del destino, dejando al lado los cálculos de reciprocas ventajas y desventajas. Es estar presente a una nueva revelación del mundo, que es experimentar las cosas desde otra perspectiva, descentrada, que no se basa en la mera supervivencia personal...Pues, bien, veo que la fuerza que permite esta confianza es la ternura. Pienso que la ternura no busca las virtudes imaginarias del otro, no idealiza, sino abraza la imperfección de la persona amada y también la imperfección de la relación, abriendo así un espacio para acariciarlas, aceptarlas, disfrutarlas. Convierte el crudo “aquí y ahora” en un lazo duradero porque ya no pesa la esperanza de un futuro mejor, sino que pesa la aceptación mutua de la realidad y de la fragilidad de cada uno. Siempre me gusta volver a Luce Irigaray, que habla de una filosofía de la caricia, que es una invitación al reposo, a otro modo de pensar, percibir y ser, mas calmo y menos utilitario. La ternura es el amor en reposo . Se puede decir que este amor en reposo es el que puede durar y, en consecuencia, está más cerca -o es parte fundamental- de lo que solemos llamar “amor verdadero”.

Se trata quizás del horizonte de todo afecto y deseo. Lo experimentamos de una manera precaria, y a veces, creemos que casi lo tocamos, pero luego vemos que otra vez nos escapa. Todo encuentro erótico, y todas nuestras obras y relaciones en general, buscan llegar a este horizonte, que con el tiempo puede tomar el color de un sueño inalcanzable. Pero no tenemos otra opción, hay que seguir adelante. Sammuel Beckett escribe: “Ever tried. Ever failed. No matter. Try Again. Fail again. Fail better.” Intentalo. Fracasa. Intentalo otra vez. Fracasa de nuevo. Fracasa mejor.

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